Revitalización del espacio público de fraccionamientos de interés social en ciudades medias de México.
La ciudad implica una simbiosis de “espacio construido-ser humano”, por lo que no se puede asumir que cualquier objeto construido tendrá éxito por sí mismo, este debe de satisfacer necesidades físicas y sicológicas que favorezcan al desarrollo humano; si bien, la ciudad nunca nació como el ente que permitiría la mejora de la calidad de vida de sus habitantes per se, es el metasatisfactor de un grupo humano que aceptan un contrato social no escrito, de esfuerzos en conjunto que les permitirá alcanzar el éxito personal.
El modelo actual ha optado por modelos territoriales de crecimiento urbano extensivo, basados en el desarrollo masivo de conjuntos habitacionales, de baja densidad y discontinuo, desligándose del viejo casco urbano, complicando el acceso de la población a sus satisfactores cotidianos como: subsistencia, ocio, recreación, conocimiento y participación; CONAVI (2010) describe que estos desarrollos inmobiliarios experimentan 4 fenómenos comunes: desvalorización, declinación, deterioro y degradación; generando efectos espaciales como la subutilización del suelo, deterioro ambiental y de sus redes instaladas; así como el paulatino abandono de la vivienda y del espacio público, el conjunto se convierte en una amenaza al elevar las cifras del temor y miedo en la población, provocando efectos de migración residencial.
El diseño del espacio público en estos conjuntos habitacionales no se enfoca a la satisfacción de las necesidades humanas axiológicas de sus residentes, es visto como el espacio residual de la lotificación; el esquema más común de los fraccionamientos (el denominado como parrilla) que facilita la subdivisión y generación de redes, suscita en muchas ocasiones fenómenos como la privatización del espacio público o en efectos indoor, donde se pierde la solidaridad, el interés y respeto hacia los demás residentes.
La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2018 (ENVIPE) del INEGI, estima que a nivel nacional el 82.10% (66.30% en el 2017) y en el estado de Chiapas que 72.80% (62.00% en el 2017) de la población considera que su localidad es insegura, el ciudadano se siente amenazado por su entorno, principalmente en los espacios públicos inmediatos a su vivienda (la calle y los parques o centros recreativos), estos se han convertido en símbolo de inseguridad para el residente común, esto responde a la axioma de Kofka que conceptualiza como “ambiente conductual” (1935), desarrollado posteriormente por Lewin (1936) en su teoría de campo del “espacio vital”, quien menciona cómo los ambientes físicos (simples o complejos) evocan complejas respuestas humanas en formas de sentimientos, actitudes, valores, expectativas y deseos.
Esto genera “conductas territoriales”, cuando los hombres poseen colectivamente el espacio, sus conductas en relación con este se asemejan enormemente a las conductas de los animales que defiende sus territorios individuales, es decir, que todo habitante ocupa un lugar dentro de su ambiente que lo reconoce como “suya”, aun cuando legalmente puede no ser así, generalmente está vinculada a la imagen que tiene de este espacio y por la actitud que toma mientras lo está ocupando hacia los visitantes (Proshansky, Ittelson, & Rivlin, 1983).
El espacio dinamizador de estos comportamientos es el espacio público, el cual Jordi Borja (2000) define como: “el lugar donde se expresa la diversidad social, se produce el intercambio cultural, comercial y se aprende la tolerancia, fomenta la identidad, y depende de la diversidad de actividades y uso que esta promueva; su calidad, accesibilidad y multiplicación definirá en gran medida la ciudadanía”
En los conjuntos habitacionales el espacio público está definido por las calles y el área de donación, esta última debería ser un espacio que dinamizara la participación de los residentes, sin embargo la realidad es otra; pero si los conjuntos habitacionales están pasando por los fenómenos de degradación, ¿qué sucederá con lo construido?, ¿están destinados a morir?, ¿y la entropía que significo la utilización de su suelo, está perdido?, ¿podemos recuperarlo?, ¿Cómo debemos recuperarlo?; estas preguntas son las que inician la investigación, pero para ello se debía saber que ocurrió con la dinámica espacial de estos conjuntos habitacionales, virtudes y potencialidades, amenazas y riesgos de lo implementado, y con el conocimiento logrado generar criterios de diseño urbano para su revitalización.
Para esto se analizó una muestra de 4 fraccionamientos del tipo de interés social en la localidad de Tuxtla Gutiérrez (los de mayor auge para combatir el déficit de vivienda) durante el periodo del 2011-2014, con más de 10 años de su ocupación y con los mayores índices de vivienda desocupada, como parámetro de la “conducta territorial”; en ellos se evaluó su habitabilidad urbana y su capacidad de satisfacer las necesidades humanas fundamentales, mediante la teoría de Hernández Aja (2010), donde se establece la interacción social como producto de la satisfacción de necesidades humanas fundamentales, retomando el modelo de Max Neef et al (1998) del “Desarrollo a Escala Humana”.
El postulado básico es que, “el desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos”, sobreponiéndolo al paradigma del desarrollo convencional basado en el Producto Bruto Interno (PIB), buscando la cualidad del crecimiento de las personas, entendiendo este concepto como: “La posibilidad que tengan las personas de satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales”; consideradas por Max-Neef (1998) como finitas y clasificables e interrelacionadas entre sí, por lo cual interactúan de manera sinérgica y ninguna se manifiesta con mayor importancia.
Son desagregadas bajo las categorías existenciales y según las categorías axiológicas, en primera instancia se relaciona las necesidades de SER, TENER, HACER y ESTAR, mientras que en la segunda categoría se encuentran las necesidades de SUBSISTENCIA, PROTECCIÓN, AFECTO, ENTENDIMIENTO, PARTICIPACIÓN, OCIO, CREACIÓN, IDENTIDAD y LIBERTAD, estas pueden ser vistas desde su carencia o su potencialidad, pero cuando una necesidad fundamental no es satisfecha adecuadamente, se generan patologías.
Así mismo son universales y no han variado a lo largo de la historia, lo que cambia según el contexto histórico y cultural son los medios concretos de satisfacer sus necesidades, es decir, la música es un elemento creado para satisfacer la necesidad de OCIO, es universal y sólo tendrá variantes entre regiones por el acceso a materiales distintos, mientras África cuenta con el instrumento musical denominado balafón, en el sur de México se crea la marimba, ambas con características similares y creados para un mismo fin; estos satisfactores también son clasificables de acuerdo a su capacidad para fomentar la satisfacción de otras necesidades a la par, Max-Neef los define de la siguiente manera: Pseudosatisfactores, Singulares, Inhibidores, Destructores o violadores y Sinérgicos.
Los principales resultados de la investigación, evidenciaron que los rubros correspondientes al soporte físico del conjunto han sido solventados, porque es la exigencia normativa para su municipalización, favoreciendo la satisfacción de las necesidades de subsistencia; pero deja vacíos importantes en la diversidad de usos de suelo, confortabilidad del espacio público y legibilidad del territorio. El diseño original privilegia el uso del suelo habitacional y equipamiento (área de donación), la cual generalmente favorece la implementación de satisfactores singulares como centros religiosos; sin embargo, la necesidad de satisfacer necesidades de subsistencia, creación, ocio y libertad, provocó oportunidades de usos mixtos, generalmente negocios autogestionados que fomentan la poca interacción social de los residentes, y aquellos que no se encuentran en el conjunto son obligados a satisfacerse fuera de estos, aumentando la movilidad motorizada.
Los negocios autogestionados con frecuencia son abarrotes, cenadurías, papelerías, estéticas y carnicerías, ubicados de manera dispersa, no responden a un orden definido, como desea establecerse en la Ley de Fraccionamiento del Estado de Chiapas 2010 y el Artículo 73 de la Ley de Vivienda, que señalan sea sobre vialidades principales, tampoco corresponden a los porcentajes señalados por la misma ley; que establecen sea el 5.00% de su área vendible como uso comercial, que se contrapone con lo visualizado en los conjuntos habitacionales. Sin embargo, los negocios de mayor éxito, son aquellos que se encuentran sobre rutas de transporte y los que han modificado la forma física del espacio público, humanizándolos mediante protecciones y áreas de descanso, entre otros.
Esta nula diversidad provocada desde el diseño ha fomentado la desocupación del espacio público; durante la etapa de encuestas se observó que el residente era muy enérgico al responder cuando se le cuestionaba ¿por qué pasa más tiempo al interior de la vivienda que en las inmediaciones?, “porque no hay nada que hacer afuera”. Los usos que favorecen la interacción social son limitados a la índole comercial, comparando con los conceptos de Gehl (2010), quien argumenta que, para fomentar la interacción social, se deben proponer actividades no necesarias; la realidad de los conjuntos habitacionales de interés social es otra, las que está fomentando dichas acciones son estrictamente las necesarias, las de subsistencia.
En cuanto a la confortabilidad, se observó que el emplazamiento de los lotes de acuerdo a las condiciones climáticas del sitio (cálido subhúmedo) es la idónea, sin embargo el diseño generó «fragmentos» como zonas «excluidas” (de acuerdo al concepto de Prevôt 2000) donde se propicia la mayor percepción de inseguridad, así como de actividades vandálicas, creando un círculo vicioso: a mayor inseguridad mayor exilio hacia el interior de la vivienda, como lo muestra la modificación de la vivienda tipo, con bardas de acceso, generalmente cerradas al exterior. Sin embargo, cuando se ha aprovechado la oportunidad de utilizar estos lados ciegos, principalmente con usos mixtos (vivienda, comercio y recreación), se observó una apropiación del espacio público, el residente lo modifica físicamente y lo convierte en un lugar mucho más confortable para las relaciones humanas.
La legibilidad del conjunto habitacional es nula, no se crearon sendas, hitos y nodos, como parte del diseño original, el área de donación que debería adquirir un mayor protagonismo en el proceso de creación de espacio público, es desapercibido, por lo que la percepción del residente es de un lugar sin significado, la degradación de su fraccionamiento lo induce a pensar en un lugar de pobreza, aun cuando el objetivo de estas políticas de vivienda es terminar no sólo con el rezago habitacional, sino con la erradicación de la marginación en la población.
De manera sinérgica, se observó que la adaptación de nuevos usos provocada por la autogestión de negocios, favoreció consolidar en el imaginario urbano del residente, puntos que actualmente se constituyen como hitos y nodos; espacios como las tiendas de abarrotes, cenadurías, papelerías, cibercafés, adquieren un nuevo valor, sobre todo porque favorece la interacción entre los habitantes, genera roles y redes sociales, fortaleciendo la capacidad de defensa de su espacio, y por ende la consolidación del territorio. Este panorama provoca que los residentes se desinteresan de su territorio, buscar migrar hacia la estructura urbana consolidada, dejando en abandono el conjunto habitacional, convirtiéndolo en un “espacio basura”, pero ¿cómo revertir estos procesos?, ¿además de fomentar su consolidación como territorio?; para ello se obtienen los siguientes criterios de diseño:
Primer Criterio: Estructura urbana: El territorio como conjunto debe cumplir con una función con respecto al todo de la ciudad, como lo eran en esencia los calpulli o los viejos barrios virreinales; si bien el enfoque de los asentamientos históricos de administrar y producir el bien de la comunidad ha sido modificado por una nueva dinámica social, en la actualidad las funciones administrativas y ambientales pueden sustituirlas, esto favorecería la imaginabilidad del territorio con respecto a toda la estructura urbana, puesto algo que no se ve no existe; permitirá satisfacer las necesidades de subsistencia, protección e identidad.
Segundo Criterio: Reestructuración del conjunto habitacional: Reestructurar el conjunto habitacional, recuperando mediante usos compatibles las áreas de donación; eliminar los llamados «satisfactores singulares» de Max-Neef provocará problemas sociales, por lo que la implementación de usos compatibles recreativos o de áreas verdes de contemplación, fomentará las necesidades de ocio, subsistencia, conocimiento, participación, identidad y creación; por otra parte, fortalecer elementos como nodos e hitos identificados en la actualidad por las actividades cotidianas de los residentes, mediante la consolidación de sendas, principalmente aquellos que se localizan en las principales rutas del transporte público afianzará el éxito de los negocios «autogestionados», ayudando a dar mayor seguridad a las intersecciones de vialidades localizadas en las consideradas “zonas muertas”.
Tercer Criterio: Diversificación de usos: Diversificar los usos de las vialidades principales proponiendo sendas de transición en la vía pública con vocación recreativa, cultural y de abasto, flexibilizará el patrón de uso de dicho espacio público por parte del residente local. Para ello se propone el aumento del área peatonal, diseñando locales movibles y elementos de protección y delimitación virtual del espacio, cuyos usos de suelo pueden alternarse entre actividades recreativas, de vendimias de alimentos, cenadurías, y espacios multifuncionales que permitan convertirse desde mercados tipo tianguis de alimentos básicos, como actividades culturales como bibliotecas móviles. Los usos propuestos, no sólo buscan la compatibilidad y afinidad con el residente, sino que se desarrollan bajo los esquemas de satisfactores sinérgicos, con la idea, de que deben ser parte de un esquema económico, mediante el pago de impuestos justos y acordes a la realidad del uso.
Cuarto Criterio: Aspecto físico del entorno: Para implementar estos usos, se propone aprovechar las vialidades de oriente a poniente, que en el caso de estudio manifiesta una sección de 12.00m, que son de transición vehicular y que representan en promedio el 13.72% del área habitacional, el área de donación corresponde al 28.12% de esta superficie de vialidades y que son típicas de estas estructuras de lotificación en cualquier parte del país, por lo cual se propone la reducción del arroyo vehicular y aumentar de 1.50m a 7.00m sobre la fachada norte, para aprovechar las condiciones de sombra provocada por las mismas viviendas, y a 2.00m para fachada sur. Con ello se lograría ganar 2.6 veces más área de espacio público comparado con el área de donación. En cuanto a la vía pública además de la reducción del carril vehicular será necesario el uso de bolardos que permitan ofrecer una mayor garantía de seguridad al peatón, cuando las actividades de comercio, deportivas o culturales se efectúen.
Quinto Criterio: Reforestación: La reforestación del área con vegetación local de raíces cilíndricas, con una visión estacional, lo que favorecería la satisfacción de la identidad, consolidaría hitos y sendas; así mismo se plantea que exista vegetación comestible o medicinal (medicina descalza) los cuales favorecen la protección y participación en su cuidado, así como el entendimiento en la trasmisión de recetas caseras; además del mejoramiento de las condiciones ambientales y paisajísticas, así como la modulación de los paramentos, inhibiría la proliferación del grafiti clandestino. Además del análisis de los conceptos de desarrollo de Max-Neef, estos criterios, se han basado en ideas de Le Cobusier, sobre los usos y actividades por secuencias de tiempo, en diarias, semanales y mensuales. Los conjuntos habitacionales existentes han tenido que eliminar sus actividades de consideración diaria por mensuales, y satisfacerlas mediante la estructura urbana, mediante la movilización mecánica, inhibiendo totalmente la posibilidad de contacto entre sus vecinos; hecho que permite fortalecer no sólo las normas sociales, sino justifica totalmente el desarrollo de conjuntos habitacionales funcionales.
Con estas estrategias se busca la consolidación del territorio, recuperando el territorio desde sus ámbitos ambientales, físicos y sociales, coadyuvando a la integración de nueva población carente de vivienda, por ende, evitando el consumo de nuevo suelo urbano, creando identidad y comunidad, construyendo ciudadanía y ciudad, permitiendo al residente que se apropie de su territorio y lo motive a que lo transforme para proteger su entorno, no para agredirlo. Sin embargo, estas recomendaciones deben consolidarse a través de las normatividades, para acciones futuras; si bien las instituciones mexicanas han adoptado las exigencias mundiales, modificando las leyes, es necesario los complementos, para que los oferentes de vivienda no tengan vacíos legales, manejándolos exclusivamente a su conveniencia mercantil.