En la ejecución de una pieza sinfónica podemos inferir el esfuerzo colosal que requiere conjugar los instrumentos de viento con las percusiones y con las cuerdas. No solo eso, ser director de orquesta requiere una visión amplia del mundo, una especial disposición para permitir que cada uno de los sonidos brille sin ser opacado por los demás.
Tatiana Bilbao (Premio Mundial de Arquitectura Sostenible 2014) es arquitecta con alma de director de orquesta. El Jardín Botánico de Culiacán es muestra del armonioso talento que la distingue. Ella no se conforma con proyectar espacios, sino que se entrega a cuidar minuciosamente el lugar para el que fueron pensados, integrándolos acompasadamente a la naturaleza y al arte.
El Jardín Botánico de Culiacán fue fundado por el Ing. Carlos Murillo Depraect en el año de 1986. Tiempo después se formó la Sociedad Botánica y Zoológica de Sinaloa conjuntando la labor de Murillo con la de un grupo de empresarios interesados en un mismo objetivo: hacer del espacio natural un punto de encuentro para la ciudadanía. Fue en 2005 cuando dicho grupo comisionó a la arquitecta Tatiana Bilbao para llevar la dirección del proyecto.
Desde un principio se buscó hacer un levantamiento con una detallada clasificación de lo que había en el lugar, para lo cual participó el Taller de Operaciones Ambientales (TAO). Posteriormente, Tatiana Bilbao se dispuso a hacer un análisis del espacio. Ella cuenta que su punto de partida fue pasar 8 horas continuas sintiendo el jardín, recorriéndolo, dejándolo hablar. Al principio sentía que su impulso por ordenar era irrefrenable y desde una mente arquitectónica, se tenía que contener para no apresurarse a organizar y esquematizar el espacio. De una forma intuitiva, dejó hablar a un imponente maestro del jardín: el Huanacaxtle, especie milenaria también conocida como oreja de elefante. La forma irregular y orgánica de este maravilloso árbol le dio las claves para conformar un espacio sinuoso y acogedor que alojara las distintas edificaciones. En sus propias palabras: Seguí la traza del Huanacaxtle: partía de vida y generaba vida.
El segundo gran maestro al que Tatiana Bilbao dejó hablar es al arte contemporáneo. El curador Patrick Charpenel propuso un corredor de arte como parte de la experiencia del espacio. Se les solicitó a 40 artistas de todo el mundo como Teresa Margolles, Sofía Táboas, James Turrell, Olafur Eliasson, Dan Graham, Richard Long, Gabriel Orozco, entre otros, que participaran con una pieza diseñada expresamente para el jardín botánico. El resultado es una serie de intervenciones variadas desde arcos, esculturas y hasta un Volkswagen, que van salpicando el paisaje natural y sintonizan con la exuberancia del entorno. El aspecto más interesante de las muestras de arte es la forma como permiten a la gente recrearse y participar. Son obras que interpelan al espectador, lo invitan, lo incluyen.
Una vez que Tatiana Bilbao se emplazó en la traza descrita y consideró las muestras de arte contemporáneo, se dispuso a conciliar un todo armónico, una gran sinfonía. Diseñó las distintas instancias con las que contaría el jardín: un área educativa, otra cultural, un invernadero y los dos accesos. Con cuidado y casi con sigilo, estableció la ubicación de dichas construcciones de manera independiente para que discreta y miméticamente se integraran al paisaje sin tomar demasiado protagonismo, siempre sirviendo a la guía natural del lugar. El aspecto que tienen estas dependencias es de color gris, similar al de las rocas que se encuentran en el lugar. Las formas son geométricas, puras y sintéticas. En sus propias palabras: la definición estética y el material son lo mismo. La loza hace todo; es pared, muro y techo. Este es un principio de todos los edificios del jardín y es parte de la filosofía de concebir la arquitectura como un lenguaje directo, sincero.
Adentrarse a la obra de Tatiana Bilbao, y en especial desde el Jardín Botánico de Culiacán, es entender que la arquitectura no es una disciplina aislada, una profesión hecha para engalanar al autor. La arquitectura es, como ella misma lo define, lenguaje y conversación. Se requiere modestia y sabiduría para escuchar sonidos tan esenciales como son los de la naturaleza y el arte plástico. Integrar, integrar-se de esta forma, hace de la arquitectura una servidora, una aliada de lo humano, una labor que linda con la concepción sagrada del espacio a la manera como Mircea Eliade lo expresa: situarse en un lugar, organizarlo, habitarlo, son acciones que presuponen una elección existencial: la elección del universo que se está dispuesto a asumir al “crearlo”. La elección que se hizo en el Jardín Botánico de Culiacán nos muestra una buena forma de gestionar el espacio, una forma que resuena como una pieza sinfónica y que muestra el valor del consenso aunado a la belleza.
Por: Ana Barberena