Por María Isabel Velázquez
Directora General Parques de México
Los últimos 40 años hemos vivido una clara expansión urbana de las ciudades latinoamericanas, un fenómeno que se vincula directamente a la falta de instrumentos normativos para la gestión urbana, la falta de regulación del suelo, el aumento de las actividades económicas en los núcleos poblacionales que conlleva al abandono de las actividades primarias y del campo, y en los últimos años la aparición de los nuevos desarrollos en las periferias, en áreas sobrevaluadas, pero al mismo tiempo con déficit de equipamientos, servicios públicos y movilidad urbana.
Estas dinámicas han puesto en jaque a más de una municipalidad, pues la necesidad de una respuesta inmediata a los problemas que se presentan en el hecho urbano, ha obligado a los administradores de las ciudades a tomar acciones prácticas y de corto plazo; esta necesidad de respuesta es en parte lo que ha permitido que nuestras ciudades se planeen y regulen con procesos cada vez más estandarizados, para lograr optimizar tiempo y recursos, dos activos sumamente valiosos hoy en día para cualquier ciudad.
Es al interior del hecho urbano que encontramos los elementos que dan soporte a nuestra vida diaria, como son: la movilidad urbana, la vivienda, las infraestructuras grises y verdes, el equipamiento urbano y el espacio público; es en este último, donde encontramos al elemento articulador de las dinámicas sociales y comunitarias, que permite el recreo, la activación física, el descanso, la contemplación y sobre todo, ejercer nuestro derecho a la ciudad, es el protagonista de los núcleos barriales que históricamente ha dado identidad cultural a las comunidades, y lo llamamos “El Parque”.
¿CÓMO HA AFECTADO ESTO A NUESTROS PARQUES?
La aparición de nuevos desarrollos en la periferia de las ciudades acentúa la segregación y divide a la ciudad por tipos, es decir, genera espacios para cada función de los habitantes, por ejemplo, los centros como contenedores de servicios públicos y culturales, las zonas cercanas y núcleos económicos para el abasto, la educación, comercio y trabajo, y por último la periferia para dormir, donde generalmente encontramos los mayores indicadores de déficit en equipamientos públicos y movilidad urbana.
Este fenómeno identifica claramente a las ciudades latinoamericanas, en las cuales, nuestros espacios públicos no han sido ajenos a estos procesos de globalización y estandarización, que actualmente en la discusión académica podríamos denominar “urbanalización”, término acuñado por el Geógrafo Catalán Francesc Muñoz que hace referencia a este paisaje urbano estandarizado y común, y se refiere a los espacios públicos como:
“Los espacios públicos son utilizados como lugares de ocio de forma estandarizados, se establecen programas de seguridad y vigilancia de manera generalizada, se desarrolla un consumo del territorio a tiempo parcial… Observamos entonces un fenómeno de naturaleza ciertamente compleja que pone sobre la mesa un tipo de urbanización banal del territorio, que se puede repetir y replicar en lugares diferentes… Si bien los espacios urbanos no son idénticos, las particularidades y peculiaridades propias del lugar se gestionan tan similares como lo permiten”.
Nuestros parques, especialmente los parques barriales, que dan abasto a pequeños núcleos de vivienda, son los que más han sufrido esta estandarización, y hemos olvidado que estos espacios son elementos vivos, que han evolucionado junto con la sociedad y que hoy se diseñan a partir del cumplimiento de políticas públicas que quedan cortas a las necesidades reales de la comunidad.
¿CÓMO EVOLUCIONÓ EL CONCEPTO DEL PARQUE?
El parque, espacio actualmente reconocido como el contenedor de equipamientos destinados al ocio, la recreación y la activación física, no siempre tuvo esta vocación; lo que hoy llamamos “El Parque”, tuvo sus inicios como “El Playground” (área de juego) en la rama de la pedagogía, acompañando a los jardines de niños en Europa, convirtiéndose en un anexo a las escuelas y una herramienta para implementar los modelos pedagógicos en ellas.
Fue hasta 1937 que Jakoba Helena Mulder, diseñó e implementó el primer gran Parque Público Urbano, de 80 hectáreas, el Bosque de Ámsterdam (Boschplan), que tenía en su interior más de 200,000 árboles, áreas de ocio, deportes y varios lagos artificiales; fue Mulder quien a partir de sus políticas públicas urbanas, logró en 20 años de función pública la construcción de más de 700 parques infantiles, en colaboración con la ciudadanía, y este proceso fue denominado “democracia en acción urbana”. Los parques de Mulder y sus políticas de urbanismo fueron tan famosas que traspasaron fronteras y el parque se convirtió en un equipamiento público obligatorio en las ciudades hoy en día.
Otras dinámicas globalizadas fueron dando su vocación al parque, una de ellas fue el famoso “Baby Boom” (aumento de la natalidad) de la posguerra, que obligó a las ciudades a dotar de espacios públicos dedicados a los niños; al mismo tiempo la llegada del automóvil obligó a los niños a dejar las calles y mantenerse contenidos en estos espacios, lo que convierte al parque en una política pública obligatoria de equipamiento social.
Actualmente la planeación de las ciudades, especialmente en América Latina, a partir de “usos de suelo”, coloca al parque como un elemento más de los equipamientos básicos y obligatorios de un núcleo urbano; sin embargo, los procesos de diseño los han estandarizado, encontrándonos con parques en una ciudad en un clima cálido con un paisaje selvático muy parecido a un parque de una ciudad templada con paisaje de praderas, también encontramos parques en ciudades con un fuerte componente cultural que podrían estar en ciudades nuevas, o parques pequeños que pueden tener los mismos contenidos que grandes parques urbanos.
Además de la planeación urbana, la gestión y operación actual de los parques, fomenta que el paisaje urbano sea muy similar, tal como lo explica el concepto de la urbanalización, y por ende la comunidad que lo usa pierda el sentido de pertenencia e identidad con el mismo, no sienten que el parque sea suyo, y por lo tanto no participan activamente de su cuidado, mantenimiento y activación.
El parque necesita seguir evolucionando junto con el hecho urbano, hoy la vocación de los parques no es sólo recreativa y deportiva, los parques cumplen una función ambiental indispensable para dar soporte a la vida.
La evolución de las ciudades, nos han enseñado que hoy el criterio más importante en la planeación y el diseño es la resiliencia urbana, es necesario que nuestros parques logren adaptarse a los cambios, sean administrativos, políticos, sociales, y sobre todo naturales; el parque es el perfecto contenedor de infraestructuras verdes que hoy se necesitan para hacer frente al cambio climático, para albergar polinizadores, jardines de lluvia, para abastecer nuestro manto freático, y promover la cultura ambiental.
¿QUÉ HACER PARA LOGRAR PARQUES VIVOS?
El parque vivo es aquel que puede ser versátil, que permite el uso a diferentes usuarios, que contempla la diversidad en su planeación, que puede ser empleado de diferentes formas, en distintos horarios, que construye comunidad con identidad propia y permanece en el imaginario colectivo de esta.
El primer paso para lograr tener parques vivos implica hacer un cambio en el paradigma de la planeación y el diseño de lo público, migrando a un modelo de gestión transversal, en el que los ciudadanos participan activamente en el diseño, dando como resultado proyectos que respondan de las verdaderas necesidades de la comunidad; esta participación deberá ser de forma ordenada con herramientas participativas que permitan generar datos duros para el diseño.
Después será indispensable contar con un equipo técnico de diseño que pueda dar forma, color, textura y sobre todo identidad cultural a estas necesidades, transformando la información en paisaje urbano, creando “lugares únicos”. Este diseño deberá ser suficientemente versátil y resiliente en sus bases, para garantizar su trascendencia en el tiempo.
Por último, el involucramiento de la sociedad en el proceso, la socialización de los resultados previos, y la comunicación transparente de cada paso, formará de manera orgánica una comunidad interesada en la sostenibilidad del espacio, en su buen uso, su vigilancia y, sobre todo, su activación, llenándolo de actividades y vida pública.
El espacio público es nuestro derecho como ciudadanos, y es también el espacio de desahogo de las dinámicas diarias, es indispensable la unión entre la ciudadanía y los gobiernos locales para lograr ejercer este derecho.
Hoy nos toca asumir la responsabilidad como comunidad de lograr parques vivos donde podamos generar vida pública, y como planeadores, diseñadores, constructores, gestores o administradores de las ciudades, nos corresponde asumir el compromiso de crear parques que den respuesta a las necesidades sociales, culturales y sobre todo ambientales, ya que los parques serán el soporte de la vida de nuestras futuras generaciones.