Jugar es un acto de justicia socio-espacial

A través del juego niñas y niños le dan sentido al mundo que les rodea

Jugar al exterior y en cercanía a su casa se traduce en libertad para mantenerse activos, saludables, sociables, conectados y pertenecientes a una comunidad más amplia que su familia.

Desde hace ya varias décadas, esa libertad se ha visto reducida cada vez más, impactando negativamente la salud y el desarrollo integral de niñas y niños. Bajo estas circunstancias, las consecuencias son aún más graves en niñas y niños de comunidades vulnerables, de manera que jugar en la ciudad es, desde una perspectiva transversal, un problema de justicia socio-espacial.

Las personas que crecieron en la década de los 80 y 90 en México (especialmente en provincia) saben que jugar al exterior con otras niñas y niños era algo normal, es decir, formaba parte de la cotidianeidad. Se jugaba en la calle, en la banqueta, en el parque, en los terrenos baldíos y en las veredas sin pavimentar; se jugaba después de la escuela, los fines de semana, durante las vacaciones, etc.

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